El sentimiento era contradictorio. Los casilleros de la planilla estaban
marcados con tachaduras rojas que señalaban dos situaciones concretas: casi
había terminado de visitar los 14 departamentos del edificio de Laprida al 1600
y sin embargo no había logrado que al menos un vecino aceptara inscribirse en
el Círculo de Lectores que él representaba. Después de haber recorrido cientos
de metros, los músculos de las piernas estaban tan tensos que apenas podía
caminar. David, cansado y abatido – trabajar a comisión era una actividad muy
agobiante- se dirigió hacia el destino final de aquel aciago día.
En el instante en que presionaba el timbre perteneciente al apartamento
14 B, una fuerte discusión se desataba detrás de la puerta.
“¡No vuelvas a revisar mis cosas!” rugió una voz masculina.
“¡Yo hago lo que quiero!” rebatió una mujer absolutamente desquiciada.
“¡Yo hago lo que quiero!” rebatió una mujer absolutamente desquiciada.
La puerta se abrió de un tirón y como si el tiempo retrocediera en un
enloquecido espiral de años, la figura de su ex novia, se materializó frente a
sus incrédulos ojos. La mujer tampoco pudo abstraerse del impacto visual. Ambos
quedaron con el gesto demudado. El escepticismo inicial se vio forzado a
claudicar frente a la contundencia de la realidad.
-Marina… -balbuceó David sin despegar los labios.
-¿David? -vaciló la dama azorada.
Fue un momento de desconcierto quebrado por un gruñido procedente del
interior del departamento:
"¿Quién es a esta hora?"
Marina ni siquiera se molestó en responder. Sus pupilas estaban fijas en
las de David y de allí no se movían. La inspección ocular fue breve pero
intensa. Una furtiva recorrida les alcanzó para reconocerse y evaluar los daños
que el paso del tiempo les había propinado.
-¡Increíble! No pensaba volverte a ver.
-Yo tampoco –admitió David y sonriendo agregó- La vida te da
sorpresas.
Marina esbozando una mueca de disgusto le espetó:
-Nunca dejaste de recurrir a las frases trilladas ¿no?
El hombre asimilando la burla intentó distender la situación.
-Estás igual que antes.
No dio resultado.
-¿Es un cumplido o un reproche? –inquirió la mujer implacable.
David no supo qué responder.
-¿Te casaste? ¿Tuviste hijos? ¿Te recibiste de ingeniero?
Mientras la saliva se acumulaba en la comisura de los labios las
preguntas nacían a borbotones de la boca de Marina. David le enseñó la revista
de promoción del Círculo de Lectores y no pudo evitar el sarcasmo.
-No me recibí de ingeniero, Marina. Estoy vendiendo libros.
Ella no acusó recibo.
-¿Por qué no me dijiste que ya no me querías?
-¿Qué estás diciendo?
-Fuiste un cobarde. Y yo buscando una casa para irnos a vivir
juntos…
-¡Eso pasó hace más de 10 años!
Ciega de ira continuó con su lista de reproches. David no acertaba a
comprender tan descabellada escena. El vozarrón masculino resurgió desde las
entrañas mismas del departamento.
“¿Qué estás haciendo ahí afuera, Marina?”
“¿Qué estás haciendo ahí afuera, Marina?”
Ella giró sobre sus pies y después de mirar a David por última vez,
sentenció:
-Son todos iguales.
El portazo le rozó la nariz. Dentro de la vivienda volvió a desatarse la
interrumpida contienda. David apoyó la espalda contra la pared y exhaló un
prologando suspiro. Se aflojó el nudo de la corbata, y antes de guardar la
planilla dentro del maletín, trazó una concluyente cruz roja sobre
el casillero correspondiente a la última dirección visitada.
este texto tiene tanto poder que uno queda transpirando junto a David!!!!
ResponderEliminarABRAZOS ADMIRADOS A LAS DOS, BEE Y RENATE.
Diana todo el mérito es de Bee.
EliminarGracias por pasar, abrazo enorme!
con estos encuentros azarosos a veces la vida nos muestra su cara amable al ver de que nos salvamos, pero otras nos pueden desanimar por el error cometido....
ResponderEliminarsaludos
Hola Amalia, bienvenida, gracias por comentar. Hoy anduve por tu blog, empiezo a leerte.
EliminarUn abrazo
Es un placer reencontrarse con las mejores producciones de Bee!!!!
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