Casi medianoche, el mar embravecido me mojaba como
queriendo espantarme. Entré al Torreón del Monje, busqué una mesa escondida y
pedí un whisky sin hielo. Un flaco, tocaba el piano con desgano, una melodía
que me pareció conocida. Estuve casi una hora solo, sentí deseos de respirar
aire fresco y llame para pagar. En ese preciso instante la vi. Entraba
sonriendo, tomada de la mano de un hombre joven. Toda mi atención estaba en su
sonrisa, tendría veinte años. Prendí un cigarrillo y esperé. Una hora después
se levantaron para irse, ella seguía sonriendo. Los seguí hasta que bajaron a
una desolada playa.
El fiscal insiste, doble homicidio con alevosía... yo sólo recuerdo su
sonrisa...
soreire menos (:
ResponderEliminarNo hay que sonreir demasiado jaja, gracias por comentar!
EliminarUna sonrisa que llegó a conmover a un asesino...una sonrisa lo puede todo.
ResponderEliminar