jueves, 8 de diciembre de 2011

QUERIDO PROFESOR de Nedda GONZÁLEZ NÚÑEZ

Anochecía cuando lo vi. Llegaba a casa apurada, anhelando el abrazo de Pablo y de mis hijos. El horario de trabajo se me había hecho interminable.
No se si pasó cerca a propósito, porque cuando llegué frente a mi puerta, su figura se desdibujaba tras la llovizna persistente.
Flaco, encorvado, y vencido por la muerte inminente, había dejado de parecerse a un águila orgullosa para transformarse en un pobre cuervo doliente. Entreví que llevaba las manos aferradas al cuello del sobretodo, que seguramente no alcanzaba a protegerlo del frío.
Busqué en mí alguna emoción que me conectara a él, pero fue en vano. Ni siquiera el recuerdo del agridulce despertar del deseo, que ya había superado e intelectualizado.
Desde mi memoria llegó una ráfaga impregnada con el olor de su colonia cara y de sus cigarrillos americanos; el colmo de la sofisticación en los convulsionados setenta.
Recordé, como si los recuerdos le pertenecieran a otra, la emoción violenta de la trasgresión. Y casi enseguida, el sabor amargo del último beso, que tanto me había hecho llorar.
Ante mí desfilaron rápidamente, tal como las describen los que tuvieron visiones de muerte, varias escenas de momentos prohibidos, mentiras y reproches, engranadas unas tras otras en nuestra breve historia, como las cuentas de un collar.
Sin embargo, la adolescente enamorada hacía tiempo que había desaparecido. Y por lo visto, también el querido profesor de treinta y cinco que, enamorando alumnas, conseguía información para los represores.
El recuerdo punzante de Amanda y de Mauro, los revoltosos de­legados de mi clase, quedó para siempre en las fotos desvaídas y manchadas de lágrimas que guardo entre mis viejas carpetas de la secundaria.

Estoy segura de que esa noche lo vi. por última vez. Como no creo en el azar me resigné a perdonarlo. Tal vez porque sentí que en ese mismo momento, había empezado a convertirse en un fantasma.

2 comentarios:

  1. No es fácil olvidar a esos fantasmas... pero si algún día podemos, es mejor hacerlo así, de camino a casa. Magnífico relato.

    Besos.

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  2. Coincido con vos Ximo. Mil gracias por el comentario, besos

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