domingo, 2 de diciembre de 2018

PALOS de George SAUNDERS

Cada año, la noche de Acción de Gracias, seguíamos todos a Padre en procesión mientras él iba arrastrando el traje de Santa hasta la carretera para después apuntalarlo sobre una especie de crucifijo que había construido con un poste de metal en el jardín. Durante la semana de la Super Bowl el poste se vestía con un casco de Rod y con un jersey, y Rod tenía que vérselas con Padre si quería descolgar el casco. El cuatro de julio el poste era el Tío Sam; en el Día de los Veteranos de Guerra, un soldado; en Halloween, un fantasma. El poste era la única concesión de Padre a la alegría. Se nos permitía coger un solo Plastidecor de la caja cada vez. En Nochebuena le gritó a Kimmie por desperdiciar una rodaja de manzana. Aleteaba por encima de nosotros mientras vertíamos el kétchup, y decía “Ya está bien, ya está bien, ya está bien”. Los cumpleaños se celebraban con magdalenas, no con helado. La primera vez que traje a casa una chica me dijo: “¿Qué tiene tu padre con ese palo?”, Y yo me quedé allí sentado, parpadeando.

Nos fuimos de casa, nos casamos, tuvimos nuestros propios hijos, descubrimos que la simiente avara germinaba también en nosotros. Padre empezó a revestir el poste con más complejidad y con una lógica menos discernible. El Día de la Marmota lo cubrió con una especie de abrigo de piel y colocó un foco para garantizar que hiciera sombra. Cuando un terremoto azotó Chile, tendió el poste en el suelo y pintó una serie de fallas a su alrededor con un aerosol. Murió Madre y vistió el poste como la Muerte y colgó del travesaño fotos de cuando Madre era un bebé. Pasábamos a visitarlo y descubríamos extraños fetiches de su juventud colocados alrededor de la base: medallas del ejército, entradas de teatro, viejos jerséis, tubos de maquillaje de Madre. 

Hubo un otoño que pintó el poste de amarillo chillón. Aquel invierno lo cubrió de hisopos de algodón para darle abrigo y le dio al poste retoños clavando por el patio seis estaquitas con sus correspondientes travesaños de palo. Tendió cordel entre el poste y los palos y fijó una cinta adhesiva cartas de perdón, reconocimientos de culpa, súplicas para ser comprendido, todo escrito con una letra desquiciada sobre tarjetas de cartulina. Escribió en un cartel la palabra “AMOR” y lo colgó del poste y pintó otro que decía “¿ME PERDONAS?”, y luego murió en el pasillo con la radio puesta y vendimos la casa a una pareja de jóvenes que desclavaron el poste de un tirón y lo dejaron junto a la carretera para que lo recogiera el camión de la basura.

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